Los pasos de un parejo tradicional

Mentón arriba, espalda erguida, pasos firmes y una actitud arrolladora, fueron la columna vertebral de un niño que con sus ganas de bailar, poco a poco se fue convirtiendo en maestro de su propio arte.

Por: Liz Farfán

En muchas culturas, el ocho es considerado el lazo de la unión que relaciona nuestro  mundo con otro mundo mejor. El ocho representa la justicia y el equilibrio, nos habla de la organización, la perseverancia y el control de la energía para producir logros materiales y espirituales. Precedentes alineados al futuro que le esperaba a Gilberto, aquel niño de doce años que aprendió a bailar con la música de antaño que caracterizaba las tradiciones de su pueblo. Por eso, ocho también fueron los pasos que grabaron sus pies descalzos sin ninguna dificultad. Los mismos ocho que lo llevarían a pisar escenarios internacionales y a construir una vida en medio de la danza y el folclore de su tierra.

La música tiene la particularidad de hacer que el cuerpo se mueva genuinamente al compás de una melodía, y para Gilberto, eso estaba claro desde que veía ensayar a las niñas del grupo folclórico de baile que se había fundado en su natal Palermo. En ese trance y bajo la necesidad que se creó para que esas mismas niñas tuvieran un parejo que guiara sus pasos como una fiel compañía, Gilberto se unió casi que como parejo oficial y desde entonces, sus pies empinados no han dejado de coquetear.

Mentón arriba, espalda erguida, pasos firmes y una actitud arrolladora, fueron la columna vertebral de un niño que con sus ganas de bailar, poco a poco se fue convirtiendo en maestro de su propio arte. Su nombre, que de pila es Gilberto Rojas Trujillo o eso dice su firma, empezó a ser reconocido en los pequeños escenarios de una Guagua que iba creciendo en huilensidad; pues este ya no era el niño que aprendió a bailar, sino la figura masculina que brotó de un joropo cantado, en una tierra en la que todo es gloria.

Con dieciocho años, Gilberto ya había bailado a un gran ramillete de reinas populares que dichosas participaban en las festividades del San Pedro en el municipio de Palermo y con el fin de seguir su rumbo, terminó preparándose para poder enseñar con dominio, el baile que lo personificó como uno de los grandes acompañantes del Sanjuanero Huilense.

Licenciatura en educación física fue la profesión que eligió como hilo conductor de sus pasiones. Una vez obtenido el título, sabía que podría aplicar toda la pedagogía necesaria para preparar profesionalmente a un sin número de aspirantes al reinado popular que, poco a poco estaban siendo trajinadas en el proceso empírico de enseñanza por parte de otros mal llamados maestros.

“Lo más importante en la enseñanza es el trato que se brinda como profesional y como ser humano; cuando estas dos cosas no se tienen claras, empieza el maltrato”, dice Gilberto.

En 1986 ensayó a una gran amiga que participó en el Reinado Popular del Sanjuanero Huilense como señorita Palermo y vaya sorpresa que se llevó en las gradas del coliseo, cuando escuchó el nombre de su amiga como la nueva reina popular de ese año. A partir de ese momento, se prometió a sí mismo, que sería él, quien además de ensayar candidatas, las bailaría en ese mismo escenario como parejo oficial. Pues algo debió estar haciendo muy bien para qué dos años más tarde, sus palabras se convirtieran en una profecía. Su candidata, quedó como virreina popular entre sesenta y tres aspirantes y fue tal la evidencia de su destreza como profesional, que uno de los grandes del Sanjuanero, entre risas se le acercó y le dijo: “lo felicito, hoy salió el gallo que me va a dar en la cabeza”.

Cinco años después, en 1991, ese mismo gallo, inauguró su lista de reinas nacionales con las señoritas Magdalena y Cundinamarca. Sin embargo, fue en 1994 cuando se estrenó como ganador oficial del reinado popular con la señorita del Barrio Enrique Olaya Herrera y simultáneamente, como ganador del reinado departamental con la señorita del municipio de Pitalito. En definitiva, un año lleno de éxito.

Años gloriosos para alguien que también aportó de manera significativa en la formación de jóvenes con vidas muy accidentadas; pues el hecho de ser educador, ayudó para que Gilberto cosechara en las generaciones futuras, el baile y la danza como un camino de éxito y reconocimiento. Lo que para él mismo refleja un alto grado de satisfacción, pues se siente orgulloso de haber contribuido de manera positiva en la educación artística de muchas personas, más cuando la profesión de bailarín o parejo del Sanjuanero Huilense, estaba tan estereotipada con calificativos sexistas que denigraban a los hombres con capacidades de ofrecer un espectáculo de tradición alrededor del baile.

“Orgullosamente digo que la danza me ha dado grandes oportunidades y me ha abierto puertas que no estaban diseñadas para el típico parejo que se queda en un rincón tras el triunfo de la reina. (…) El hombre desempeña un papel igual de importante al de la mujer dentro del Sanjuanero, pues este es un baile de dos y como tal, el reconocimiento debe ser mutuo”.

Disciplina y entrega total, han sido pilares esenciales para que este bailarín suba cada vez más en el escalafón del campo laboral, pues desde entonces y gracias a personas que se dieron cuenta de sus habilidades y destrezas (no solo como aquel que baila reinas, sino como la persona capaz de obtener un puesto profesional) ha podido ejercer cargos que le han dado la libertad de delegar funciones y trabajar en pro de sus tradiciones y cultura.

Razón por la cual, este acompañante del baile tradicional de los huilenses, no solo se ha vestido con poncho y sombrero, también ha tenido la oportunidad de vestir con saco y corbata siendo rector de una institución privada, secretario de gobierno del municipio de Palermo, catedrático de una universidad pública y hasta secretario de cultura departamental del Huila, donde tuvo la oportunidad de dejar establecidos unos parámetros que dejan en evidencia que el Sanjuanero es un baile de pareja que no puede desdibujarse y por el contrario, siempre debe mantener su esencia.

Por eso, en todas sus facetas, sin importar si es la de bailarín, parejo, educador, empleado público o  padre de familia, siempre ha hecho lo posible por formar grandes seres humanos, porque lo importante para Gilberto no es el reconocimiento sino la transformación que cada uno obtiene desde lo esencial; no es trascender fronteras, es tener identidad; no es bailar para el público, es tener conexión con la pareja y proyectar el sentimiento del momento.

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