Según el informe, los pueblos indígenas, con mayor frecuencia en la primera línea del cambio climático, representaron un tercio adicional de los casos; mientras que Colombia tuvo los ataques más altos registrados, con 65 personas asesinadas el año pasado.
Entre tanto, los asesinatos llegaron a una cifra histórica de 277. Por lo que hay preocupación porque casi tres de cada cuatro ataques ocurrieron en Suramérica y Centroamérica. Cabe resaltar que Colombia lidera la lista por segundo año consecutivo, seguido por México con 30 asesinatos y Filipinas con 29.
Además, en Brasil, Honduras y Guatemala son otras de las naciones afectadas. Por eso el activista de Global Witness, Chris Madden, pidió a los gobiernos que «se tomen en serio la protección de los defensores». Dijo que las empresas deben empezar a «anteponer a las personas y el planeta a las ganancias» o advirtió que «tanto el colapso climático como las matanzas» continuarían.
«Este conjunto de datos es otro recordatorio de que luchar contra la crisis climática conlleva una carga insoportablemente pesada para algunos, que arriesgan sus vidas para salvar los bosques, ríos y biosferas que son esenciales para contrarrestar el calentamiento global insostenible. Esto debe detenerse».
Cabe resaltar que, entre las víctimas, se encontró que el 70% de ellas trabajaban para frenar la deforestación y todas vivían en países en desarrollo. Mientras que la tercera parte pertenecían a pueblos indígenas.
Por su parte, la tala fue la industria vinculada a la mayor cantidad de asesinatos con 23 casos, con ataques en Brasil, Nicaragua, Perú y Filipinas.
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